viernes, 31 de julio de 2015

En línea

Se habían amado más de lo que pudieron llegar a imaginar… pero hacía semanas que su relación había terminado.

Malditos sean todos los finales.

Aún así era difícil despegarse de viejos hábitos, como asomarse a esas ventanas tecno-ilógicas en las que tanto tiempo habían compartido. Él, como un ritual que aún sin querer repetía cada día, observaba la pantalla de su teléfono móvil… en línea, ella estaba en línea… ¿con quién estaría a esas horas hablando?... y sobre qué hablaría –él pensaba. Acaso ultimando una huida hacia adelante o definiendo las claúsulas de un nuevo y definitivo plan de rescate…

Él no podía saberlo, pero justo en ese momento, al otro lado de aquella ventana, a un puñado de kilómetros de distancia, ella también observaba la pantalla de su móvil y bajo el nombre de él podía leer: en línea… Siempre en línea –ella también pensaba. ¿Con quién hablará ahora? ¿a quién andará con su prosa intentando seducir?... tan pronto olvidan algunos...

Y ella en línea

Y él en línea

Y ella de nuevo en línea

Y él de nuevo también en línea

en línea

en línea

Y es que ahora eran exactamente eso: dos líneas... dos líneas que un día convergieron, dos líneas que se amaron, dos líneas que ahora continúan su rumbo… condenadas al común destino de ya nunca más cruzarse.



martes, 14 de julio de 2015

El reencuentro

Hacía mucho que no se encontraban y su aspecto se le reveló cambiado. Algunas, ya no tan sutiles, filas de arrugas se habían instalado en su frente, acompañadas por otras también apreciables patas de gallo; indudable síntoma y rúbrica del paso del tiempo, ese que a todos iguala. Pero lo cierto es que la veía bien, incluso mejor, qué diablos… su sonrisa se parecía mucho a la de entonces, la que abiertamente mostraba aquellos días de finales de siglo, cuando todo parecía tan infinito como intrascendente; quizás animado por aquel inminente y apocalíptico efecto 2.000… aquellos años en los que llegó a la capital… cuando tanto compartieron.

 Le llamó especialmente la atención que el brillo de sus ojos permanecía intacto, y esto a su vez venía unido a una salvedad bien positiva: la mirada que esos ojos albergaban ahora permanecía erguida, manteniéndose fija y segura en esos otros que ahora mismo fijamente la observaban. Luego el pelo… tan desordenado como entonces, añadiendo rasgos a ese aspecto de siempre tan dejado, con matices de indolente e incluso despistado, lo cual siempre le dio un aire de mujer tan interesante como fatal a ratos; característica esta última con la que en tantos momentos jugó a su antojo, especialmente a esas horas en la que los últimos escombros de la noche negocian a la baja planes de rescate en lo oscuro de algún bar, tratando acaso de salvar el trágico destino de otra noche dormir solos.

 –¡Qué bien te veo! –cómo un mantra una y otra vez repetía –qué bien te veo… ha sido mucho tiempo, pero ahora que te reencuentro no pienso volver a alejarme de ti ni por un momento. Sonrió… y el espejo del cuarto de baño le devolvió de nuevo su mejor sonrisa, que no pudo por menos que rubricar con un beso al aire que intermediaba entre ella y su reflejo. Apagó la luz y tomó su bolso que sobre la cama de la habitación le esperaba, caminó hacia la puerta y salió. Paseo largo y lento por esas calles empedradas, deteniéndose en cada puesto del mercado; era domingo de feria en San Telmo y una maravillosa sensación de sentirse mejor acompañada que nunca desde hacia rato invadía su cuerpo.